Tomás Eloy Martínez aterrizó en Maiquetía en 1976 con el aliento de un sobreviviente que no entiende aún cómo ha podido escapar de la muerte. Había dejado atrás los peligros que imponía la dictadura militar argentina. Entre sus escasas pertenencias traía cartas de sus amigos Carlos Fuentes y Gabriel García Marquez, que debía entregarle Miguel Otero Silva. Pero la suerte no parecería favorecerlo del todo. En ese momento el autor de Casas Muertas había partido a Arezzo, Italia, para encerrarse en su casona de provincia a construir una de sus ficciones. Solo en Caracas, Martínez comenzó a trabajar a destajo, como escritor y periodista. Debía ganarse la vida: preparó historias de vida, artículos ocasionales y asesoró alguna empresa de comunicaciones de la época. Fueron años de una felicidad y un espíritu creativo donde todo era posible. Así escribió piezas inolvidables. Mientras descubría un país que lo encandiló desde el primer día. Esta selección incluye los textos fundamentales de la época.
Tomás Eloy Martínez aterrizó en Maiquetía en 1976 con el aliento de un sobreviviente que no entiende aún cómo ha podido escapar de la muerte. Había dejado atrás los peligros que imponía la dictadura militar argentina. Entre sus escasas pertenencias traía cartas de sus amigos Carlos Fuentes y Gabriel García Marquez, que debía entregarle Miguel Otero Silva. Pero la suerte no parecería favorecerlo del todo. En ese momento el autor de Casas Muertas había partido a Arezzo, Italia, para encerrarse en su casona de provincia a construir una de sus ficciones. Solo en Caracas, Martínez comenzó a trabajar a destajo, como escritor y periodista. Debía ganarse la vida: preparó historias de vida, artículos ocasionales y asesoró alguna empresa de comunicaciones de la época. Fueron años de una felicidad y un espíritu creativo donde todo era posible. Así escribió piezas inolvidables. Mientras descubría un país que lo encandiló desde el primer día. Esta selección incluye los textos fundamentales de la época.
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